"La
materia no se crea ni se destruye solo se transforma” reza la
primera ley de la termodinámica que igualmente es el corolario de la
interpretación materialista del mundo, es decir su síntesis
filosófica. Su antítesis es el origen espiritual del mundo
material. Espíritu = Dios, ecuación léxica fundamental de la
tradición metafísica que ha guiado la conciencia del hombre por
milenios, reflejando su imagen a través del espejo de su propia
conciencia situada más allá de los cuerpos materiales.
El
mundo material es un mundo autorregulado por la cosa existente en
forma física, es una mezcla de realidad e irrealidad pues su
presencia es relación pura, un logos histórico que echa un puente
entre lo material y lo metafísico.
La
filosofía del espíritu considera la cosa como inmaterial, donde
tiene su propio logos de desarrollo, el espíritu es autónomo que en
el caso de Hegel el espíritu se desarrolla hacia el infinito y en
forma espiral cuya proyección en el mundo de la materia resulta de
su desarrollo en forma pura, la historia del hombre y de todas las
cosas son etapas alcanzadas por el espíritu, la cosa esta contenida
en tal esfera del devenir histórico.
La
materia es el reflejo de la idea es decir del espíritu en su
totalidad imposible de ser domesticado por uno de sus especies como
es el hombre. El mundo espiritual no es domesticable más bien el
hombre es una especie doméstica de él, pues es creación de Él. La
cosa es la totalidad del mundo, una cosificación de éste pero sin
la intervención del hombre pues éste es una cosa de la totalidad,
la sustentabilidad es un concepto que proviene del espíritu y torna
relativo pues pertenece a Él.
El
espíritu se codifico al grado de poder ser representado por figuras
pictóricas y plásticas a manos de los artistas pasando a la etapa
cultural iconoclasta donde la figura material adquiere tonalidades
sacras en cuanto al aspecto de la religión se refiere.
El
mundo espiritual se materializó sin lugar a dudas en el periodo de
la contrarreforma. Desembocando en los procesos de la modernidad en
que el mundo espiritual se convierte en el mundo material, donde la
explicación de la cosa se opera a partir del comportamiento de los
procesos materiales, el soplo divino se convierte en soplo vital que
reivindica el vitalismo actual.